domingo, 10 de marzo de 2013

Un parón en el camino

Tengo 41 años y medio. Sin duda, he cumplido más de la mitad de mi vida. Todo ha ido demasiado rápido, he tomado muchas decisiones, acertadas unas y desacertadas otras, pero aquí estoy, escribiendo otra noche e intentando recuperar este blog.
No me arrepiento de nada. Soy lo único que puedo ser: músico. Todo lo que he realizado profesionalmente y me ha alejado de ello ha  sido un error. Sólo entiendo la música desde el compromiso, la pasión y la dedicación exclusiva. Como intérprete sólo concebía la excelencia y como compositor la expresividad.
La docencia de la música ha sido mi fundamental sustento. Cada chico que ha traspasado la línea de lo banal y se ha adentrado en la magia de las notas, de la historia de este arte y de la emoción que supone su conocimiento, ha sido un balón de oxígeno, un nuevo sentido para despertarse con ilusión cada mañana.
Me he equivocado, no lo dudo. A veces he creído poder hacer todo, mediar en cada una de las situaciones, escalar todas las cimas... y eso no es posible. Creo que ahora que las canas blanquean mi cabeza debo retomar lo único que me hace feliz al margen del amor de mis seres queridos.
Pronto acabaré Nepomuceno, ópera de cámara en cinco escenas. Luego me adentraré en una obra para un concurso y en un trío con piano. Cada día tocaré la guitarra y prepararé unas oposiciones.
Mientras, mi maravillosa mujer y mis tres preciosas hijas me seguirán soportando.

Os dejo con la que no es mi primera obra, pero sí la que considero Op. 1. Sobre las anteriores y los bocetos... dejo trabajo a los musicólogos.

A César. Sueño.



A César. Juego.

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