miércoles, 1 de abril de 2015

54 SEMANAS DE MÚSICA RELIGIOSA (I)



La 54 edición de las SMR de Cuenca han comenzado con el mismo nivel y perfil que las anteriores. Nunca dejan de innovar y sorprender y este inicio lo va corroborando, con una sucesión de conciertos sobresalientes, variados e imaginativos. Por desgracia, el que escribe el artículo no pudo asistir a la inauguración en la Basílica de Nuestra Señora de la Asunción de Villanueva de la Jara. Lo que ha venido después, lo relato a continuación.

Domingo de Ramos. Barroco intenso y Perianes colosal.
El viaje propuesto el Lunes Santo partió del barroco español, sazonado con piezas instrumentales de Haendel, Vivaldi y Mascitti, para aterrizar en el piano romántico e impresionista del concierto de Javier Perianes.
En el Convento de las Carmelitas, el grupo La Risonanza dirigido por Fabio Bonizzoni retornó nuevamente a nuestra ciudad, en la que tanta huella ha dejado. Todavía recuerdo la formidable integral de las Sonatas del Santo Rosario de Bibber en el año 2003. En esta ocasión, el eje del concierto giró alrededor de la obra religiosa de Sebastián Durón y José de Torres. El barroco español sigue siendo desconocido para mucho público de música clásica y con cada aportación realizada con calidad se abandona la antigua creencia de que ese periodo era poco relevante. Las obras de Durón son teatrales dentro de la religiosidad, juegan con la tradición hispana y la incorporación de la moda italiana, pero siempre desde la coherencia y la calidad. Su “cantadas” son páginas de gran belleza, así como las Lamentaciones de Jueves Santo escritas por su contemporáneo José de Torres. Engrandecida por la soberbia voz de la soprano cubana Yetzabel Aria Fernández, cuya fuerza expresiva, los crescendos en las notas largas y el natural virtuosismo de sus agudos dejó fascinado al auditorio que rebosaba la sala. El único “pero” a esa voz tan fascinante es que podría mejorar la dicción en castellano, ya que, siendo su lengua, podría ser más clara. Las obras instrumentales contemporáneas dejaron claro el etilo mediterráneo de Vivaldi, el algo más sobrio de Mascitti y el siempre imaginativo Haendel, tañidos con vehemencia y gran dominio de estilo.

Fabio Bonizzoni ©SMR/Santiago Torralba

Reconozco que no siempre me ha cautivado el pianista natural de Nerva Javier Perianes. Fui al concierto de la sala Theo Alcántara del Auditorio con precaución y dudando, sinceramente, del resultado final. Todo cambió con el inicio del Allegretto en do menor de Schubert. Los primeros compases dejaron claro que estábamos ante un concierto especial, nuevo, diferente y muy alejado de la mayoría de los jóvenes pianistas. A continuación, pude sentir el momento más memorable de la noche: la Sonata nº 21 en Si bemol Mayor D. 960, escrita por un Schubert cerca de la muerte e interpretada con tal delicadeza en un fraseo infinito, con una separación perfecta de los distintos estratos de la composición y una musicalidad tan especial que acongojó al público que se entregó absolutamente. El mejor Schubert al piano que he escuchado en directo, trascendiendo el genio y llevándonos al éxtasis. El concierto tuvo una segunda parte impresionista, con una selección de Música Callada de Federico Mompou y preludios de Debussy. La altura mística se mantuvo y el aplauso final fue tan intenso como sincero.

Javier Perianes ©SMR/Santiago Torralba

Lunes Santo. Eternos Tallis y un violonchelo con alma.
¿Quién no ha escuchado la grabación mítica del Requiem de Victoria y Versa est in Luctum de Alonso Lobo que realizaron los Tallis Scholars en 1987, bajo la dirección de Peter Phillips? Algunos nos realizamos como músicos con esa joya nunca superada. De ese disco queda el grupo, el director y la contralto Caroline Trevor, pero lo esencial se mantiene e incluso mejora. Para interpretar la polifonía algunos optan –como The sixteen— por voces vibradas y poderosas. Los Tallis siempre buscan la pureza tímbrica, la ausencia de vibrato y el empaste casi místico. Nunca fallan, consiguen una paleta de recursos infinita con sonidos imposibles y crescendos mágicos. El repertorio que abordaron en la iglesia de la Merced se centró en el renacimiento (Tallis, Taverner, Shepard, Moutn y el “tardío” Allegri) y del autor minimalista Arvo Pärt (nacido en 1935). La transición de una época a otra era natural, sencilla y eficaz, siempre sublime e increíble (nunca olvidaré el Miserere de Allegri, dispuesto el coro en dos alturas y el tenor Chris Watson realizando unos solos casi metafísicos). Para terminar de forma grandiosa, se unió El León de Oro, excelente coro nacional, con sus más de 40 voces y que empastó fenomenalmente con los Tallis en la espectacular Spem in alium

The Tallis Scholars ©SMR/Santiago Torralba

El lunes culminó con la titánica tarea del violonchelista Jean-Guihen Queyras, que propuso un concierto de los difíciles con mayúsculas, tanto para el intérprete como para el oyente. La integral de las seis suites para violonchelo solo de J. S Bach. Son obras inmensas, ricas, llenas de secretos y bellezas, pero que nunca se afrontan como integral por lo extenso y por lo agotador que resulta para el intérprete, pues son estructuralmente similares. La  versión del cellista natural de Montreal fue excelente. El sonido penetraba la iglesia de San Miguel con intensidad y calidez y los que estábamos sentados en la parte superior pudimos sentir todos los colores y matices que nos propuso. Afinación perfecta y fraseo sublime, más afín a la tradición de Casals o Rostropovich que a la del actual historicismo y también alejado del sentido literal de la danza (recordemos que las suites son agrupaciones de éstas)  para abrazar una estilización de la misma. Nuevo concierto para recordar.

Jean-Guihen Queyras ©SMR/Santiago Torralaba

Martes Santo. Primer estreno.
Las SMR –y nunca me cansaré en repetirlo— son la causa primera del renacimiento creativo musical español en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Nunca ha faltado a la cita de encargar nuevas obras a los compositores españoles (y últimamente de todas las latitudes), generando un corpus musical imprescindible para estudiar la música contemporánea nacional.
La primera obra de encargo de la 54 edición recayó en el insultantemente joven Joan Magrané (Reus 1988), premio Reina Sofía de composición 2014. Para tener sólo 27 años demostró un dominio del coro propio de un maestro. Su obra Tu solus qui facis mirabila está basada en textos bíblicos y de otras fuentes antiguas, medievales o del siglo XX que giran alrededor del génesis. El compositor juega con el coro desde el unísono hasta el cluster, con pasajes cercanos a la consonancia y siempre preocupado por el juego de masas. El Grupo Kea, dirigido por Enrique Azurza, llevó bien la obra (creo que los contrastes podrán ser trabajados mejor en futuras interpretaciones) con el inconveniente añadido de la gélida temperatura de nuestra catedral (eché de menos las estufas que otras veces hemos disfrutado). Me quedé con ganas de nuevas audiciones, pues creo que la obra quiere decir mucho y necesita más tiempo para que camine. El concierto se completó con la obra de Yves Daniel-Lesur Cantar de los cantares, pagina tan bella como irregular.


Joan Magrané y Enrique Azurza ©SMR/Sntiago Torralba


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